miércoles, 8 de agosto de 2012

Agua

Respira profundamente. Inspira la mayor cantidad de aire posible y llena a pleno tus pulmones. Ahora suéltalo lentamente, sintiendo como el pecho va deshinchándose. Da dos pasos hacia atrás, cuenta desde cinco y salta al agua. 5...4...3...2..1... Cuando des el salto y estés volando sobre la superficie del agua fría coge aire nuevamente, pero esta vez no lo sueltes. Siente como caes y cada pequeña parte de tu cuerpo va remojándose y enfriándose a medida que vas entrando, hasta el punto en el que estés completamente sumergida. Sonríe y no quieras salir de allí rápidamente. Disfruta de aquel momento. Ese momento en el que todo el ruido que hay en el exterior llega amortizado a tus oídos y puedes escuchar perfectamente cómo el resto de personas que se encuentran en el agua se mueven. Las risas de los niños pequeños apenas son audibles para ti, pero aún así llega un pequeño sonido que se mezcla con el del movimiento de pies del hombre que está nadando y en ese instante pasa por tu lado, y aquella mujer sentada en el bordillo de la piscina que no para de reírse y es la risa más escandalosa que has podido escuchar nunca. Ahora abre los ojos lentamente, sin pararte a pensar en las consecuencias que eso traerá a causa de la gran cantidad de cloro en el agua, y observa tu cuerpo durante unos segundos. Es leve y parece frágil. Muévete lentamente, como si tuvieras miedo de que aquello se acabara, colócate en posición vertical, apoya los pies en el frío suelo, pega otro gran salto y mientras estés subiendo hacia la superficie, ve soltando todo el aire que tenías guardado dentro de ti, así, una vez tu cabeza consiga estar fuera, podrás volver a respirar.


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